Publicado el 01 de setiembre de 2025
Autor: Milton Muñoz Santivañez
En el mundo actual, las organizaciones necesitan ser ambiciosas. Pero ¿qué significa realmente ser ambicioso y cómo lograrlo sin caer en la irrealidad?
La ambición no se mide por la cantidad de objetivos planteados, sino por la altura de las metas. Un objetivo marca la dirección, mientras que la meta cuantifica el desafío. Por ejemplo, si queremos aumentar las ventas, no basta con expresarlo: debemos definir en cuánto, ya sea un 10%, un 20% o incluso más.
En realidad, la ambición surge cuando existe una brecha entre los recursos disponibles y la magnitud de la meta. Quien con 10 dólares aspira a vender 1,000 demuestra más ambición que quien, con la misma cantidad, solo pretende vender 100.
La ambición obliga a optimizar el uso del tiempo, los recursos y el talento humano. Metas elevadas motivan a aprovechar al máximo lo que se tiene, mientras que metas pequeñas difícilmente generan la energía necesaria para superar los límites.
El límite lo marcan las capacidades organizacionales. Estas capacidades surgen de combinar lo que mejor sabe hacer la gente (sus habilidades) con los recursos que la organización pone a disposición.
Por ejemplo, una empresa que desee duplicar sus ventas primero debe fortalecer su capacidad comercial; es decir, no solo contar con vendedores hábiles, sino también con los recursos necesarios para que logren esas metas.
Una capacidad se compone de recursos + habilidades. Los recursos por sí solos no generan resultados; son las habilidades de las personas las que los convierten en logros concretos: aumentar ventas, reducir costos, mejorar la productividad o maximizar el impacto de una campaña.
Por eso, el desarrollo organizacional debe centrarse en fortalecer las habilidades de las personas.
Las habilidades se sostienen en tres pilares:
1. Motivación → La voluntad y las ganas de hacer las cosas.
2. Conocimiento → La información y teoría necesarias para ejecutar.
3. Experiencia → La práctica acumulada en el trabajo diario.
Para potenciar el talento humano, debemos trabajar en estos tres aspectos:
La motivación puede ser extrínseca o intrínseca:
- Motivación extrínseca: depende del entorno. Se fortalece creando condiciones positivas que impulsen al colaborador a trabajar con entusiasmo: un buen trato, un salario justo, un ambiente laboral favorable, reconocimiento y oportunidades de participación. En este punto, hay que evitar la motivación negativa, es decir, aquellas condiciones que desaniman: sueldos injustos, malos tratos, falta de reconocimiento o líderes poco empáticos. El reto está en dar razones para que las personas quieran trabajar y aportar lo mejor de sí.
- Motivación intrínseca: nace del individuo y está vinculada a sus valores, convicciones y creencias. Aquí es clave fortalecer la cultura organizacional y los valores compartidos, ya que orientan la conducta de forma voluntaria. Cuando una persona cree profundamente en algo, entrega lo mejor de sí. Como dice una frase: 'Una persona, por hambre (una necesidad), puede llegar a matar; pero por una idea (una creencia o convicción), puede dar la vida'.
La capacitación es el proceso mediante el cual los colaboradores adquieren nuevos conocimientos, técnicas y enfoques que les permiten desempeñarse mejor en sus funciones. Una organización que invierte en capacitación asegura que su gente esté actualizada frente a los cambios del mercado, las innovaciones tecnológicas y las mejores prácticas.
La capacitación no debe ser un evento aislado, sino un esfuerzo constante y planificado, orientado a cerrar brechas de conocimiento y preparar a las personas para asumir mayores retos. Así se convierte en una herramienta clave para impulsar la productividad y la innovación.
El entrenamiento complementa la capacitación, ya que no se enfoca en el conocimiento teórico, sino en la práctica supervisada. Permite aplicar lo aprendido en escenarios reales o simulados, bajo la guía de líderes, mentores o instructores experimentados.
Entrenar ayuda a adquirir experiencia práctica, desarrollar habilidades específicas y ganar confianza en la ejecución de tareas. Además, convierte el conocimiento en acción y acelera la curva de aprendizaje.
Hoy más que nunca, las organizaciones deben ser ambiciosas para aprovechar al máximo sus capacidades y crecer.
Sin embargo, el verdadero fortalecimiento de una empresa comienza por las personas.
Para potenciar esas capacidades es necesario desarrollar las habilidades del talento humano, trabajando sobre tres pilares fundamentales: motivación, conocimiento y experiencia.
Solo así la ambición dejará de ser un ideal inalcanzable y se convertirá en una fuerza real que impulse resultados sostenibles y rentables.
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